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Cuando la verdad es sacrificada en el altar del sensacionalismo

PorROBBY GABRIEL

Jun 9, 2025

Por Francisco Luciano/PRENSALIBRE INDEPENDIENTERD

SANTO DOMINGO OESTE: Vivimos en una sociedad atrapada en la paradoja de lo absurdo, donde la verdad y la integridad son sacrificadas en favor del espectáculo mediático. En este contexto, algunos medios de comunicación, en su afán por captar audiencias, han caído en una práctica perversa: equiparan a charlatanes y figuras de dudosa reputación con personas de conducta intachable y trayectorias dedicadas al servicio de la democracia y el desarrollo nacional. Esta doble moral no solo distorsiona la realidad, sino que erosiona la conciencia ciudadana y atenta contra los valores fundamentales de una sociedad que aspira a la justicia y la verdad.

Es alarmante que medios de comunicación, operados bajo administración privada pero utilizando frecuencias que son propiedad del Estado y financiados en gran medida por la publicidad gubernamental, presten sus plataformas a personajes cuya reputación está manchada por la delincuencia. En nombre de una supuesta «libertad de expresión», se les otorga un espacio inmerecido a individuos como Ernesto Quirino Paulino, un confeso narcotraficante, para que desde sus cloacas morales emitan juicios sobre figuras de la talla del Dr. Leonel Fernández. Este último, un exmandatario bajo cuya gestión se capturó, encarceló, confiscó los bienes y extraditó a figuras como Paulino para que enfrentaran la justicia en los Estados Unidos, es ahora blanco de ataques difamatorios orquestados por los mismos medios que amplifican las voces de criminales convictos.

Esta práctica no es solo una afrenta a la moral pública; es una herida abierta en la conciencia ciudadana y un atropello a la verdad. Permitir que un delincuente confeso, quien en su momento traicionó a sus cómplices para reducir su propia condena, sea presentado como un árbitro de la honestidad y la seriedad, mientras se cuestiona la integridad de quienes han dedicado su vida al servicio público, revela una degradación profunda en la ética periodística. ¿Qué mensaje envían estos medios al público cuando igualan el testimonio de un narcotraficante con el legado de un líder que fortaleció las instituciones democráticas y promovió el desarrollo económico y social de la nación?

Esta doble moral no se limita a la difusión de opiniones sesgadas. Se extiende a la promoción de antivalores que, a fuerza de repetición, buscan imponerse en la cultura colectiva. En el ámbito musical, por ejemplo, algunos medios priorizan géneros que carecen de contenido significativo, exaltando letras que glorifican la violencia, el materialismo y la degradación moral, mientras marginan expresiones culturales auténticas que reflejan la riqueza de nuestro ritmo vernáculo, como el merengue o la bachata en sus formas más elevadas. Esta tendencia no es casual: responde a una agenda que, consciente o inconscientemente, favorece la banalidad y el sensacionalismo por encima de la educación y el enriquecimiento cultural.

La responsabilidad de los medios de comunicación es inmensa. Como formadores de opinión pública, tienen el poder de moldear percepciones y valores. Sin embargo, cuando eligen privilegiar el escándalo sobre la verdad, cuando dan tribuna a quienes representan lo peor de nuestra sociedad mientras cuestionan a quienes han servido con honor, se convierten en cómplices de la degradación moral y cultural. Este comportamiento no solo socava la confianza en las instituciones democráticas, sino que perpetúa un ciclo de desinformación que daña el tejido social.

Es hora de exigir un periodismo ético, que priorice la verdad y el bienestar colectivo sobre el lucro y el sensacionalismo. Los medios deben ser un faro de integridad, no un altavoz para la infamia. La sociedad dominicana merece una prensa que eleve el debate público, que celebre a quienes han trabajado incansablemente por el progreso de la nación y que relegue al olvido a aquellos cuya única contribución es el oprobio. Solo así podremos construir un futuro donde la verdad prevalezca sobre la mentira y donde la dignidad no sea sacrificada en el altar del espectáculo.

El autor es docente universitario y dirigente político

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