«La paz sea con todos ustedes», fueron las primeras palabras de León XIV desde el balcón de la Basílica de San Pedro.
EL VATICANO: Con banderas de distintas naciones ondeando desde la plaza de la Basílica de San Pedro, y pancartas que expresaban “Viva el Papa”, además del tradicional desfile, el humo blanco de la Capilla Sixtina anunció este 8 de mayo al mundo: “Habemus Papam”. El nuevo líder de la Iglesia católica es Robert Francis Prevost Martínez (69 años), de origen estadounidense, y bajo el nombre papal León XIV.
Entre los nombres que resonaban con fuerza, cada uno con su historia, sus convicciones y su visión del rumbo que debe tomar la Iglesia, Prevost representa el tipo de liderazgo que el papa Francisco buscó instalar en la Iglesia: cercano a los márgenes, con sensibilidad social, vocación misionera y una mirada más global que europea.
¿Quién es Robert Prevost, elegido como nuevo Papa?
Prevost (León XIV) nació en Chicago en 1955, en una familia católica de origen obrero. Su vocación religiosa lo llevó desde joven a la Orden de San Agustín, donde forjó su formación teológica en la Catholic Theological Union de su ciudad natal y más tarde se doctoró en Derecho Canónico en Roma. A diferencia de otros clérigos formados para el despacho, Prevost decidió irse al terreno.
A diferencia de otros prelados con un perfil mediático, Prevost mantiene una figura discreta, de tono sereno y pastoral, pero no por ello menos influyente. Ha sabido construir vínculos sólidos tanto en América Latina como en Roma, y su estilo reservado le ha permitido avanzar sin despertar resistencias fuertes.
Un latinoamericano de corazón…
El español fluido de Prevost, su conocimiento profundo de la cultura latinoamericana y su afinidad con las ideas del papa Francisco lo convierten en un Papa de continuidad. No tiene el carisma avasallante de otros, pero su perfil equilibrado podría ser exactamente lo que muchos cardenales buscan: alguien que consolide el legado reformista sin causar fracturas.
Un cónclave de récord
Aunque no fue el proceso más rápido de la historia del Vaticano, necesitó prácticamente el mismo tiempo (dos días) que se empleó para le elección del papa Francisco en 2013 y del papa Benedicto XVI en 2005.
Incluso, el cónclave de 1978 que terminó con Juan Pablo II tomó tres días y ocho rondas de votación.
El más breve tuvo lugar entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre de 1503. Duró apenas diez horas y terminó con la elección del cardenal Giuliano della Rovere como Julio II. Por su parte, el más largo tomó 33 meses, entre 1269 y 271.