BOGOTA, COLOMBIA: La paz total fue la promesa central de Gustavo Petro cuando asumió la presidencia de Colombia el 7 de agosto de 2022. Hizo entonces pasear la espada de Bolívar por la plaza que lleva el nombre del prócer libertador en el centro de Bogotá. Espada que este 7 de junio, horas antes del atentado contra Miguel Uribe Turbay, sacó otra vez a pasear en un post de X, red en la que se prodiga sin medida: “El gigante está dormido, y en frente está la espada de Bolívar”. Colombia despertó el domingo con la pesadilla de su historia violenta a cuesta con el atentado al aspirante a la presidencia del pais suramericano.
En la tarde de este sábado, 7 de junio de 2025, el país vio regresar un fantasma: el de la violencia política al inicio de una larga campaña presidencial. Y lo hizo con una escena que viene como un latigazo del pasado, específicamente, de la década de los noventa, la más violenta para los políticos en tiempos recientes. La víctima esta vez fue Miguel Uribe, de 39 años, hoy senador y precandidato presidencial del Centro Democrático”. Las espadas no se llevan nada bien con la paz.
Miguel Uribe, nieto del expresidente Julio César Turbay e hijo de Diana Turbay, periodista secuestrada en 1991 por órdenes de Pablo Escobar y que murió en el operativo de rescate, aspira a la candidatura del partido creado por Álvaro Uribe. La tarde del sábado, mientras hablaba en un recorrido por un barrio del occidente de Bogotá, fue atacado por un pistolero adolescente. Recibió tres disparos, dos en la cabeza. Trasladado a una clínica, lucha por su vida.
El sorpresivo atentado, el más grave contra un candidato este siglo en Colombia, se produce en un contexto de creciente radicalización de la vida política del país. El presidente Petro, empeñado en realizar una consulta popular que impulse su plan de reforma laboral, desconoce el pronunciamiento contrario del Senado colombiano, cuyo aval es una condición previa para la convocatoria. Insiste en que lo hará por decreto, tensando la vida institucional colombiana como nunca antes también en este siglo, en el que el vecino país ha logrado, en contra de la prédica de Petro, avances notorios en la convivencia política, la administración de justicia y en el progreso económico de un núcleo de ciudades emergentes.
Esa tensión va acompañada del verbo excesivo y descuidado de quien ejerce la primera magistratura del país. En el post citado, el presidente antecede a la referencia sobre la espada justiciera un comentario de este tipo: “Ya se sabe que por pura y simple codicia, los dueños del poder, unos cuantos pelagatos, quieren vivir gorrones, del trabajo del pueblo esclavizado. En sus salones del club, los señores no hacen sino cuentas con el dinero público: el botín, y cuentan los minutos hasta que se vaya el guerrillero”. Nada que llame a la concordia y el entendimiento. Y aún otro más desafortunado, sobre precisamente la víctima del sábado: “ ¡Dios mío! ¿el nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional? (Sic).”
Los excesos en la vida política colombiana no dejan a salvo a ninguna parcialidad. Petro, exmilitante del M-19, lo olvida y hurga en un pasado que los colombianos quieren dejar atrás y han ido dejando atrás. Las alarmas están desatadas dentro y fuera de Colombia. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, traza una relación directa entre el atentado contra Uribe Turbay “y la violenta retórica de izquierda del gobierno colombiano”. El presidente de Chile, Gabriel Boric, recuerda que en democracia “la violencia no tiene cabida ni justificación”.
El alcalde de la ciudad de Bogotá, Carlos Fernando Galán, joven figura del Nuevo Liberalismo colombiano, hijo de Luis Carlos Galán, asesinado en un acto de su campaña presidencial en 1989, dijo: “Todos, todos, tenemos que rechazar no solo la violencia, sino el lenguaje que puede llevar al odio.”
Con el paso de las horas, Petro ha pedido por la vida de Uribe Turbay y ha prometido una investigación a fondo. ¿Moderará su lenguaje? ¿Respetará la vida institucional de su país o será, como le gusta nombrarse, Aureliano librando una batalla más cuando urgió a la paz total?