La salida del ministro Fulcar era algo que se veía llegar. Le tocó una etapa difícil, donde no se sabía si el camino era la virtualidad o la presencialidad, con alumnos de una escuela pública, ya de por sí olvidada, que tenían que hacer uso de una tecnología que no estaba a su alcance.
Entre orquídeas y laptops, un gremio que como a muchos anteriores no le hizo nada fácil su paso de dos años por el ministerio más difícil del país, decidieron cómo y cuándo iniciar las clases, en fin, al estilo medalaganario al que nos tiene acostumbrados la ADP.
El fallo del Tribunal Constitucional es un cierre nada agradable para Roberto Fulcar, un experimentado político, que como bien dijo al pedir la auditoría de la Cámara de Cuentas, que sería el tiempo el encargado de juzgar su paso por el Ministerio de Educación.
Angel Hernández, el nuevo ministro, no es un improvisado en el tema. Tiene postgrado en Técnicas de la Educación, en INTEC y un doctorado en Ciencias de la Educación, en Francia; se ha preocupado por una educación de mayor nivel en la enseñanza superior y ha escrito varios libros sobre el tema de la educación.
Co-Fundador de la Universidad Abierta para Adultos (UAPA), en fin, tiene la experiencia para enfrentar el reto, veremos si la paciencia.
Sus declaraciones, pocas horas de haber sido posicionado fueron claras, molestaron como era de esperarse, pero cuánta razón tiene cuando entre otras cosas dijo que el 4% del PIB en educación no se ha aprovechado como debe ser, que el ministerio es un centro de 250,000 botellas que no han servido para mejorar la calidad del sistema educativo dominicano.
Tiene bien claro que del éxito de su gestión depende mucho de cómo logra relacionarse con el sindicato, que deben ser los primeros en apoyar una buena gestión y dejar de ser una espiral sin fin de reclamos, demostrar que pueden ser parte de ese cambio que exige una población que paga millones de pesos para nada.
Para algunos, que haya dicho a los directores regionales y distritales, que el presupuesto va al zafacón, parece haber sido una revelación. Qué bueno que tiene el concepto claro y que la sociedad debe apoyar que no sigan los millones en el camino del zafacón, sino en la calidad de esa educación que por tantos años anhelamos.